FRASES DE SAN BERNARDO
Sólo queda gozar, no actuar; experimentar
no obrar; no hace falta ejercitarse, sino vivir.
El tiempo es corto en méritos, largo en
deseos.
Todo depende del deseo, la seguridad y de
la esperanza que se tengan de lograr la
unión con el Verbo.
Hay dos únicos vicios o al menos los más
peligrosos: el vano amor del mundo y el excesivo amor de sí mismo. Se combaten
con el libro del eclesiástes y libro de los proverbios.
Como no cantar si perdonó nuestros pecados,
si hemos hecho luz en un paso difícil de la Escritura. Cuántas veces se supera
una prueba, se domina un vicio, se aleja un peligro inminente, se descubre el
lazo del pecador, se cura de repente una pasión vieja. Cantar nuestras
victorias en nuestras batallas contra la carne,el mundo y el diablo. Porque la
vida del hombre sobre la tierra es una milicia.
Me avergüenza el enfriamiento y frialdad de
estos tiempos miserables.
Su PALABRA viva y eficaz es para mí un beso
de su boca. Intercomunicación maravillosa de identidad entre la Luz suprema, y el espíritu iluminado. Por ella pues el que
se alllega al Señor se hace un Espíritu con Él.
Con razón se me retiran las visioneso los
sueños, no deseo representaciones y hasta me desagradan las especies angélicas.
Porque todo lo supera incomparablemente mi JESÚS con su figura y belleza.
Jesús es el beso que consuma el que besa y
el besado, sgrado beso Misterio de la Encarnación. Nunca dudaré de El lo más
mínimo: hermano mío y carne mía.
Para poder besar la boca hay que comenzar
por besar los pies, luego la mano. Tres afecciones o progresos del alma, esto
lo conocen quién tiene experiencia los que logran percibir el perdón de sus pecados, o la gracia de hacer el bien, o
la presencia misma de quiénes les ha perdonado y ayudado, aunque sólo sea con las
limitaciones inherentes a nuestro frágil cuerpo.
Y ama quién pide un beso. No pide libertad,
ni recompensa, ni herencia, ni doctrina, sino un beso, lo mismo que una esposa
castísima que exhala amor y es del todo incapaz de disimular el fuego que la consume. Equivale a
decir ¿no te tengo a ti en el cielo y contigo que me importa la tierra?
Yo pienso que los santos ángeles que
asisten a los que oran, para presentar a Dios las súplicas y deseos de los
hombres, pero cuando ven , que sin iras ni querellas,alzan sus manos inocentes.
Los ángeles llevan al cielo nuestra
devoción y nos traen la gracia.
Unidos en la alabanza a los celestiales
cantores, como conciudadanos de los consagrados y familia de Dios, salmodiad
sabiamente como un manjar para la boca, así de sabroso es elsalmo para el
corazón. Sólo requiere una cosa: que el alma fiel y sensata los mastique bien
con los dientes de su inteligencia. No será que por tragarlos enteros, sin
triturarlos, se prive el paladar de su apestecible sabor, más dulce que un
panal que destila. Presentemos con los apóstoles ese panal del miel en el
banquete celestial y en la mesa del Señor.
La miel se esconde en la cera y la devoción
en la letra. La letra mata, cuando se traga sin el condimento del Espíritu.
Pero si cuantas llevado por el Espíritu, como dice la apósotol, si salmodias con
la mente, también tú experimentarás que verdad es aquello que dijo JESÚS: las
palabras que yo os he dicho son espíritu y vida e igualmente lo que nos confía
la sabiduría: mi Espíritu es más dulce que la miel.
Es grata a los ojos de Nuestro Rey la
santidad de los que salmodian, la fortaleza de los continentes y la pureza de
los contemplativos.
El que me ofrece un sacrificio de alabanza
ese me honra.
Pero si no cae bien la alabanza en boca del
pecador ¿ no tendréis suma necesidad de la continencia para que el pecado no
reine en nuestro cuerpo mortal? Por otra parte, ente Dios carece de todo mérito
una continencia que busque la gloria humana. Por eso se requiere suma pureza de
intención, para que nuestro espíritu codicie agradar a Dios sólo y pueda vivir
junto a El. Estar a junto a Dios es lo mismo que ver a Dios, y eso sólo se
concede a los puros de corazón, como una felicidad inigualable. Un corazón
tenía David y decía a Dios: Mi alma está unida a ti. Para mí lo bueno es estar
junto a Dios. Viéndolo se unía a Dios y uniéndose a él lo veía.
Cuando las almas se entregan a estos
ejercicios, los espíritus celestiales conversan a menudo con ellas, sobre todo
si ven que son asiduas a la oración.
Sí lo hubieran conocido de verdad no
habrían ignorado la bondad del que quiso nacer y morir en la carne para
redimirnos.
No pretendas lo que te sobrepasa ni
escudriñes lo que se te esconde. Proceded pues guiados por el Espíritu Santo.
La erudición del Espíritu no provoca la curiosidad, sino inflama el amor.
Os aseguro que gracias a El hace muchos
años me esfuerzo por vivir en castidad y sobriedad me entrego a la lectura,
lucho contra los vicios, me postro con frecuencia para orar, me mantengo alerta
contra las tentaciones, huye de mí el sueño por la amargura de mi alma. En lo
posible, me parece que no creo conflictos y convivo con mis hermanos.
Me someto a la autoridad de mis superiores,
salgo y regreso a casa según me lo ordenan. No codicio lo ajeno, al contrario,
entrego mis cosas y me doy a mi misma; como mi pan con el sudor de mi frente.
Pero todo ello se reduce a mera disciplina, sin dulzura alguna.
Y por añadidura el evangelio llama pobre
criado al qe ha hecho lo que tenía que hacer. Yo creo que cumplo con todo lo
mandado. Pero mi alma se siente en todo eso como tierra reseca. Por eso, para
que le agraden mis sacrificios, que me bese con besos de su boca.
Tengo muy presente que muchos de vosotros
en nuestros desahogos privados soléis quejaros de este abatimiento y aridez del
alma, de ese embotamiento y aridez del alma, de ese embotamiento impertinente
del espíritu, que os impide adentraros en la oculta sublimidad de Dios y
experimentáis muy poco o nada las dulzuras del corazón. ¿ No será que suspiráis por un beso?
El alma de fe débil, por su pobreza no le es dado una ociosidad suficiente para entregarse a la alabanza de Dios o a la contemplación de sus beneficios que propicien la alabanza, propia de la confianza, que procede de la libertad de espíritu y de un corazón puro.
Cristo es redención, justicia, sabiduría y santificación Bondad más que gloria, más su unción que su grandeza.
Manso no despreciaba al pecador. La justicia o santidad es un don de Dios no obra del hombre.
Escuchen esto los prelados, sed madres y no señores. Mostraos como madres, alentando, como padres corrigiendo. Sed mansos, deponed toda dureza, no uséis el látigo, mostraos entrañables, que vuestros pechos rebosen la dulzura de la leche y no se hinchen de soberbia. Vosotros si sois espirituales corregid con blandura pensando cada uno en sí mismo.