Testimonio desde la fraternidad de laicos cistercienses

Allí, descubrir el císter es descubrirte a ti mismo. Vas conociendo la espiritualidad cisterciense y es como estar ante un espejo, ante el espejo de la verdad y las cuerdas más delicadas y hondas de tu corazón vibran con el canto silencioso de un carisma de mil años.
Y te encuentras con que císter, con su llamada a lo esencial, a evitar lo superfluo para centrarse en lo nuclear, tiene una palabra de vida para ti y para el mundo.
Que císter, con su silencio, vale para nosotros y para nuestro mundo ahogado en palabrerías, mentiras y ruido.
Que císter, con su humildad, es cura para nuestra soberbia y la de un mundo que se cree autosuficiente y todopoderoso.
Que císter, con su sencillez, sana nuestra complicación y la de un mundo que se convierte en laberinto para el hombre.
Que císter, con su austeridad, es antídoto contra nuestra avaricia y la del mundo del consumismo que termina consumiendo al hombre.
Que císter, con su libertad, es medicina contra nuestro egoísmo y el de un mundo que quiere hacer del hombre un esclavo físico y moral.
Que císter, con su amor, transforma nuestra realidad deforme y caída en un canto de alabanza y hermosura.
Que es un camino válido y posible para nuestros pasos, más aún en este mundo de hoy, harto de cosas y de consumo, enfermo del pecado de la sobreexplotación, y hambriento de verdad, de paz, de amor y de Dios.
Yo aún no sabía esto, pero estaba a punto de descubrirlo en mis propias carnes.
Aprendí en ese silencio a escuchar. A escuchar mis voces y mis ruidos; y a acallarlos. Para escuchar el silencioso latido de Dios, que ocupa la vida entera. La Palabra ya no eran palabras mil veces repetidas y, aunque hermosas, vacías de sentido. Ahora eran palabras y Voz.
Eran un Evangelio que pasa del papel a la vida. Que zarandea, que sacude, que te pone del revés, cabeza abajo, te desubica, te descoloca. Hasta la rendición. Hasta el abandono.
Hasta que lo único que sabes es que eres un corazón estremecido ante un Misterio infinito. Ante una Fascinación que te ama, y que quiere hacerse vida en tu vida.
Si le haces sitio. Si no te pones tú en medio: tú y tus egoísmos, tus planes, tus proyectos, tus acciones. Vuestros caminos no son mis caminos.
Te topas con una verdad que te deja sin referencias, sin agarraderos. A la intemperie de un camino exigente, que no es de broma aunque esté repleto de alegría, y que pasa, ineludiblemente, por el monte Calvario.
Y ya la vida toda se ha convertido en campo de pruebas; en Tierra Santa, donde vamos del desierto al Tabor, pasando por todos los versículos. Y haces oración en cada rincón de tu vida y haces oración de cada rincón de tu vida, porque si no, estás perdido. Y porque ves al Señor esperando, para verte combatir.
Y ya la vida ha pasado a ser historia sagrada. Se nos ha convertido en un nuevo evangelio, nuestro e íntimo; el paso de Dios mismo por nuestros días...
Quien ha probado lo auténtico, no gusta de lo falso. Quien ha escuchado, aunque sea sólo una vez, en su corazón, una Palabra, o el eco simplemente de esa Palabra, ya no acepta más la mentira. Ya los dioses y señores de la tierra no le satisfacen.
Es tiempo de coraje.